El dia que me dijeron que me iba un año a Nigeria, recibí muchos mensajes, muchos pésames y también muchas felicitaciones. Recuerdo un mensaje en especial que me envió Jorge (al que mandaban a Riyad) y que decía algo así como “Jaime, no hay destino malo, sino mala actitud” y así es, si miras todo desde un punto de vista negativo, el año se te hará eterno, todo te parecerá una mierda y lo más probable es que la experiencia acabe siendo un fracaso, sin embargo, si buscas las pequeñas cosas que hagan agradable el día a día y valoras los aspectos positivos de un país como éste, puedes disfrutar de tu destino tanto o más que si estuvieses en Shanghai, París o Chicago.
Así que en mis dos primeras semanas intenté obviar las cosas malas que percibía, así como me propuse valorar las pequeñas alegrías diarias que hacen que una experiencia como ésta sea enriquecedora. Esta semana, sin embargo, las cosas han sido distintas, no me ha hecho falta en ni un solo momento buscar los aspectos positivos del día a día. Todo ha sido increible, todo alegrías, empezando por el partido de los lunes, siguiendo por la gente tan maja que estoy conociendo, las fiestas que hemos tenido, el cine de los miércoles, la recepción del embajador, la playa, la piscina e incluso mi trabajo, que esta semana ha sido especialmente gratificante.
Empiezo a sentirme más un privilegiado que un becario en el centro de áfrica, además, uno se da cuenta de que los expatriados que viven en Lagos son felices y que, incluso, muchos de ellos intentan prolongar su estancia en Nigeria. No paro de oírles comentar “Hay que ver lo que ha mejorado esta ciudad en los dos últimos años…” y en fin…aunque Nigeria sigue siendo un caos y en muchísimos aspectos un desastre, sí que da la sensación de que es un país en movimiento: la gente se busca la vida, todo el mundo maneja dinero aunque pase tan rápido de una mano a otra que a nadie le de tiempo a ahorrarlo y cada día se aprueban nuevos proyectos de desarrollo